Destino
Un universo siempre nuevo
El primer venado que salió del mar fue hasta el desierto de Wirikuta, lugar de la luz, y se entregó a los cinco cazadores míticos transformado en peyote, cactus sagrado, justo al salir el sol por primera vez. El amanecer llegó gracias al sacrificio de un niño cojo y tuerto que se lanzó al fuego y renació como el Padre Sol en la cima del Cerro Paritekia, “lugar del amanecer”. Allí, un guajolote lo nombró Tayau.
Por eso los huicholes peregrinan a Wirikuta, mundo de “arriba”, se purifican en sus manantiales, cazan venado y peyote. Al alba cubren sus sombreros con plumas de guajolote, pintan sus caras de amarillo y cantan al alcanzar el nierika, la visión de los dioses, para regresar a compartir el peyote o hikuri con su comunidad y bailar juntos la danza de la lluvia.